Siente que la razón y el motivo de sus limitaciones y sus pérdidas están basadas - y desde el discurso consciente así lo expresa - en las facultades perdidas.
Si bien la Gerontología ha avanzado singularmente en la diferenciación entre envejecimiento NORMAL y DETERIORO, al anciano le importa poco por cuál de los caminos está cursando. Las limitaciones son vividas en forma de pérdidas narcisistas, lo que determina una serie de recriminaciones desde el Ideal del Yo - es decir más arcaicas y con menos posibilidad de manejo -que a la postre pueden llegar a dominar su mundo interno.
El paso del dolor corporal al dolor anímico corresponde a la mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto. La representación-objeto, que recibe de la necesidad una elevada investidura, desempeña el papel del lugar del cuerpo investido por el incremento del estímulo.(T XX Pág.160)
«Tratamiento psíquico» quiere decir, más bien tratamiento desde el alma- ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre el ánimo del hombre”.
“Los médicos se vieron así frente a la tarea de investigar la naturaleza y el origen de las manifestaciones patológicas en el caso de estas personas nerviosas o neuróticas llegándose a este descubrimiento: al menos en algunos de estos enfermos, los signos patológicos no provienen sino de un influjo alterado de su vida anímica sobre su cuerpo. Por tanto la causa inmediata de la perturbación ha de buscarse en lo anímico (...) Pero la ciencia médica había hallado aquí el anudamiento para entender en su plena dimensión al aspecto descuidado hasta entonces la relación recíproca entre cuerpo y alma.(...)En ciertos estados anímicos denominados «afectos», la coparticipación del cuerpo es tan llamativa y tan grande que muchos investigadores del alma dieron en pensar que la naturaleza de los afectos consistiría solo en éstas exteriorizaciones corporales suyas”.
La razón por la cual posiblemente el psicoanálisis no ha profundizado mucho en la psicología del anciano debe ser abordado desde muchas ópticas.
Una de ellas podría ser por las dificultades con respecto al cuerpo y como interpretar lo que él nos trasmite
Otras deben ser entendidas como propias y específicas de esta edad.
La escucha del anciano nos lleva por muchos caminos. Uno de ellos es al propio envejecimiento o al deterioro futuro. En nuestro análisis reelaboramos nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestros conflictos adultos, pero no se suele trabajar sobre el envejecimiento futuro.
Otro camino por el que se puede cursar será planteado por analogía. De la misma forma que el adolescente nos remite a nuestra propia adolescencia, el anciano nos remite a la relación con nuestros padres. Como buenos neuróticos en situación de reforma lo edípico está en nosotros más o menos trabajado. Ergo la sexualidad del anciano nos replantea la reprimida - en nosotros- sexualidad de nuestros padres.
Finalmente, si aceptamos la dinámica simbólica del cuerpo del anciano, para comprenderla e interpretarla necesariamente deberemos completar nuestra formación con un importante bagaje de conocimientos referidos al envejecimiento tanto normal como patológico.
Una vez que hemos planteado las bases suficientes como para justificar el nombre del presente trabajo (Psicosomática en Psicógeriatría. Un Paso ineludible) trataremos de ejemplificar nuestro planteo con un resumen de una historia clínica.
La violencia es un fenómeno social común en todos los grupos humanos.
Sus aspectos intrafamiliares resultan ser fácilmente reconocidos en la clínica.
Centraremos nuestra atención en la violencia intrafamiliar dirigida al anciano.
Se define al abuso de los ancianos como cualquier tipo de conducta que pueda resultar en daño físico, psíquico, afectivo, moral o socioeconómico. Ocurre tanto en medios institucionales como en el propio hogar, ya sea por familiares o cuidadores, y en la sociedad, por una comunidad no continente ni comprensiva con este grupo etario. Afecta a todos los estratos sociales, sin diferencias étnicas, religiosas o socioeconómicas, en medios rurales o urbanos.
Debido a la carencia de un encare protocolizado del maltrato, éste resulta desapercibido con frecuencia. Mientras que el agresor oculta su actitud, el anciano no la denuncia por miedo a la pérdida del sistema de apoyo que el agresor, por lo general forma parte.
En una sociedad donde los roles son definidos en base a la productividad, por su capacidad transformadora, el rol de pasivo implica una indefinición, lo que se resignifica en una pérdida de la identidad. El apartarse del ámbito productivo sumado a la falta de nuevos ámbitos alternativos, disminuye la posibilidad de cambios, quedando así definido el rol de pasivo como el lugar donde nada se hace. El anciano se ve trasladado a un lugar, que la sociedad nombra de distintas maneras: pasivo, jubilado, retirado, viejo, etc.
Si tomamos en cuenta los aportes de Freud en “Tótem y Tabú” donde se señala que en la sociedad totémica se mata al padre y se ocupa su lugar, en los avances de la sociedad moderna, donde se brega por el progreso, al desplazar el pasado, se desplaza también a los hombres que le dieron forma y contenido. Se puede afirmar que desde la sociedad totémica hasta hoy día, seguimos matando a los padres.
Las condiciones socio-familiares en las que se ve envuelto el anciano lo obligan a asumir nuevos roles que no son deseados, en su intento por ser parte , por no dejarse segregar , de la nueva realidad, tales como permitir que su hijo traiga a su familia a su domicilio, cuidar a sus nietos etc -
Cuando la situación del anciano en su hogar, como consecuencia de su estado personal le impide seguir asumiendo esos roles y requiere que le sean aportados más cuidados que hasta ese momento, se generan nuevas obligaciones a cada uno de los integrantes de su núcleo familiar. Esas responsabilidades le exigen a los familiares, en lo personal: dedicación, dinero, tiempo; en lo grupal: asumir el cuidado del anciano con un cambio de actividades y roles de cada uno de los integrantes, junto con la ansiedad que eso implica- lo que no siempre es posible -.
Enrique Pichon-Riviére cuando analiza a los grupos familiares observa:
“El objeto gratificante, en tanto satisface las necesidades del sujeto, le permite establecer con él un vínculo bueno y el frustrante es tal en tanto no satisface estas necesidades, estableciéndose un vínculo negativo. En él la hostilidad es permanentemente realimentada por el mecanismo de retaliación
“Del Psicoanálisis a la Psicología Social”
Como consecuencia de la conflictiva anteriormente planteada, se producen aumentos en la conflictividad del grupo familiar y el anciano. Tomando en cuenta estos elementos podría enunciarse que, en el caso que nos ocupa, la violencia intrafamiliar contra el anciano estaría ligada a la incapacidad de éste de seguir asumiendo depositaciones y cumplir con ellas.
Inconscientemente el grupo sabe que el nudo de la problemática es el anciano. El problema detonante o crítico es casi siempre la división de las responsabilidades por las diferencias generadas en el reparto no equitativo del trabajo o de las exigencias económicas que el cuidado del anciano trae aparejado. Se crean tensiones, controversias, disgustos o alejamientos.
La nueva situación intrafamiliar es vivida en distintas formas de violencia por cada uno de sus integrantes.
Es necesario considerar las repercusiones físicas, psíquicas, sentimentales y sociales de cada uno de los miembros del grupo que reaccionan en forma diferente frente al problema. Cada uno está dispuesto a aportar al cuidado del anciano en la medida en que ha podido elaborar y asumir la situación de su ser querido Así, los hijos ven en la problemática de su padre o de su madre, la posibilidad de que en el futuro también ellos se encuentren en la misma situación.
En otro momento de su obra Pichon-Riviere afirma:
- “Un miembro de un grupo, siguiendo el proceso natural de
adjudicación de roles se hace depositario de los aspectos negativos atemorizantes del mismo o de la tarea, en un acuerdo tácito en el que se compromete tanto él como los otros miembros. Aparecen entonces los mecanismos de segregación configurándose otra de las situaciones significativas el chivo emisario.”
“Del Psicoanálisis a la Psicología Social. Estructura de una escuela destinada a la formación de psicólogos sociales” Pág. 321
Al respecto citaremos nuevamente a Pichon-Riviere:
“El cambio, que por una ruptura de la estereotipia de los roles posibilitaría la redistribución de las ansiedades, produce un temor que se manifiesta por un trato particular al enfermo, un ocultamiento de los hechos, una forma de cuidado que configura, en realidad, un sutil mecanismo de segregación.
“Del Psicoanálisis a la Psicología Social”
La violencia intrafamiliar queda así instituida.
Como ya se dijo anteriormente, este aspecto al no estar protocolizado, y al ser difícilmente admitido por ninguna de las partes, suele pasar desapercibido.
Se presentará ahora un Indicador Indirecto de ésta situación:
El concepto de Angustia Social tiene su historia dentro del psicoanálisis.
En Introducción al narcisismo (1914) Freud la asimila a conciencia de culpa
En “Psicología de las masas y análisis de yo”(1921) lo hace a la conciencia moral
En el año 1915, en su artículo “De la guerra y la muerte”, Freud relaciona a la Angustia Social con la violencia propiamente dicha cuando escribe:
“Tampoco puede asombrar que el aflojamiento de las relaciones éticas entre los individuos rectores de la humanidad haya repercutido en la eticidad de los individuos, pues nuestra conciencia moral no es ese juez insobornable que dicen los maestros de la ética: no es otra cosa que angustia social Toda vez que la comunidad suprime el reproche, cesa también la sofocación de los malos apetitos, y los hombres cometen actos de crueldad , de perfidia , de traición y de rudeza que se habían creído incompatibles con su nivel cultural” T XIV Pág 282
Debemos esperar a la publicación de “Inhibición Síntoma Y Angustia” (1925) para comenzar a comprender la dinámica intrapsíquica del fenómeno:
Más adelante, en esa misma obra afirma:
“En la neurosis obsesiva está mucho más interiorizado: la parte de la angustia frente al Superyó, que es angustia social, sigue representando todavía al sustituto interior de un peligro exterior, mientras que la otra parte, la angustia de la conciencia moral es por entero endopsíquíca”
Por el lado del cuidador, diremos que los aspectos sádicos proyectados en su relación con el anciano son el producto de su imposibilidad de otro tipo de manejo de la angustia que la convivencia con el anciano le genera.
Vinculado a este tema Laplanche en su obra “La angustia en la Neurosis” aporta:
“La angustia sería el aspecto incompatible del deseo, de todo deseo, y sería, en el mejor de los casos, el resto reducido al mínimo, pero resto incompatible con el deseo”
“La causa más común de las neurosis de angustia es la excitación frustrada. Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, no se aplica; entonces, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicación emerge el estado de angustia”
Cuando estos autores mencionan al aspecto incompatible del deseo o excitación frustrada, en nuestro caso hacen referencia a la dinámica propia de la relación cuidador-anciano. En el primero, su disconformidad con el rol depositado, en el segundo, el verse dominado por una situación a la cual no le encuentra salida.
Por su lado. Otto Fenichel, en su libro “Teoría Psicoanalítica de las Neurosis” sobre éste tema reafirma:
“La necesidad de castigo del yo está subordinada en general, a una necesidad de perdón, es decir, que el castigo es aceptado como un recurso para liberarse de la presión del superyó” (Pág. 577)
“Una angustia social similar a ésta ,aún más acentuada , es la que padecen las personas con fijaciones orales ,cuya autoestima todavía depende del logro de suministros externos. Su angustia social representa el temor de perder este vital suministro”.
“El hecho que la angustia social sea predominantemente el temor a la pérdida de amor, no debe inducir a la conclusión de que la angustia de castración no tenga su parte en la misma. A menudo, en efecto, es evidente su presencia entre las causas de angustia social”
Entendemos aquí el componente de angustia generado por lo que Hegel denominaba enfrentamiento de dos almas: Angustia que el anciano genera en su cuidador; angustia que éste genera en aquel.
A decir de Hegel cada una de las dos almas sabe que la supervivencia de una depende de la eliminación de la otra, pero, a su vez, la supervivencia de una depende de la conservación de la otra.
La angustia - en éste caso social - surge como síntoma - un deseo y la represión del mismo- que intenta poner solución a toda ésta situación.
1-La culpa:
Un proceso que debe centrar la comprensión de la problemática desde esta óptica es la posible identificación del anciano con su agresor. Tomando en cuenta que éste es por lo general un familiar directo suyo, un hijo, por ejemplo, inconscientemente es entendida la problemática como “esto me lo merezco por no haber sido un/a buen/a padre/madre”. Esta situación suele perturbar mucho al anciano que se siente culpable y hará todo lo posible por evitar ese sentimiento.
2-El maltrato a los demás:
Puede ser una forma de expresar la necesidad inconsciente de castigo, por el sentimiento de culpa antes mencionado. Maltratando a los demás se logrará un castigo expiatorio. (Sería un razonamiento muy simplista el suponer que responde con violencia a la violencia recibida)
3-El ser bondadoso en exceso:
4-El poli-pequeño-accidentado:
Es otra forma de castigarse a sí mismo por sentirse culpable.
Si bien este tipo de conducta apunta a rasgos anales de carácter, no se pretende afirma que solo aquellos poseedores de tales rasgos puedan llegar a desarrollar este tipo de conductas. Tampoco pretendemos sostener que la aparición de estas implique una regresión a este momento evolutivo del desarrollo psicosexual. No es más que otra opción dentro del abanico de actitudes posibles en un momento determinado.
En uno de sus aspectos puede ser entendido como la manera de aferrarse a lo que teme perder, además es una forma de lograr que se le preste atención, ya que cada vez que es discutido a nivel familiar un aspecto que lo implica directamente, es necesario comunicarse con él.
Es una de las pocas defensas -la de plantar bandera- que le quedan. El anciano no logra comprender que lo único que logra es realimentar el círculo vicioso, en donde el interlocutor, responde a su terquedad con agresión Es una victoria pírrica del anciano, no exenta de vetas masoquistas.
6-Un constante temor a ser criticado, excluido o directamente castigado:
Toda la conducta del anciano agredido, estará dirigida a evitar fallidamente esa agresión. En el intento se verá superado por su angustia (que puede ser tanto la razón de su incapacidad como factor de inhibición de actitudes adecuadas) que le permitan evadir la situación agresiva. Esta realidad lo frustra y lo deja sometido a la situación agresiva original ya que carece de medios para modificar los motivos inconscientes de su agresor.
7-El temor frente a la pérdida de cariño de los demás:
Para evitar esto, el anciano es capaz de dejar de lado sus propias necesidades, y ponerse a entera disposición del deseo del agresor, intentando de esta manera mitigar el quantum de la agresión. Esta aparente sumisión genera en el anciano un sentimiento de rabia que al no poder manifestarse verbalmente, lo hará por otras vías aloplásticas, como el caso de un ataque directo, o en forma autoplástica, como son los crisis hipertensivas, accidentes vasculares, etc.
Se podrían seguir presentando ejemplos que nos remiten siempre a lo mismo por parte del anciano: evitar la angustia que la situación le genera. La dinámica de la Angustia Social en el anciano nos revela una personalidad que, a diferencia de la depresiva, todavía es capaz de ensayar una serie de maniobras tendientes a evitar el displacer.
Podemos afirmar que simbólicamente la angustia nos señala una situación vivida como peligrosa. Esta peligrosidad estaría dada por la imposibilidad de satisfacer el impulso interno de modificar el vínculo que mantiene con su cuidador que, de ser llevado a cabo, pondría al anciano frente a un castigo.
Los rasgos masoquistas puestos en juego pueden observarse en el hecho de que el anciano coloca al agresor en el lugar del superyó.
Para ejemplificar lo anteriormente señalado, presentamos un ejemplo clínico.
Paciente anciana de 85 años, con varios años de viudez madre de dos hijas mayores , una de ellas con la cual vive, soltera, y otra casada con una hija pequeña la cual era cuidada en las tardes por nuestra paciente.
La hija que convive con ella, con dos trabajos suele estar fuera del hogar por muchas horas en el día, y su hermana, también con dos empleos, debía recurrir a la ayuda de su madre para el cuidado de la nieta.
Según el relato de la anciana, mientras cuidaba a su nieta y por el esfuerzo realizado, surgieron dolores en su espalda, razón por la cual debió recurrir a supositorios para calmarlos. Con el uso de estos supositorios, aparece una lesión en el ano la cual no llega a cicatrizar correctamente. Con ésta lesión aparecen simultáneamente un dolor abdominal recurrente, asociado a necesidades imperiosas de defecar, que se ven imposibilitadas de satisfacer por la aparición sistemática de fecalomas, que con el tiempo la paciente, ha podido aprender a manipular por sí misma, siendo estas manipulaciones la única vía por la cual logra evacuar sus materias fecales. El único diagnóstico (medico) positivo que aparece es el de “Colon Irritable”
“Lo que tengo se ha mantenido por un lapso mayor de siete años. He pasado por un sin fin de médicos y nadie ha podido acertar con lo que tengo. Soy un conejillo de indias, Ud. no sabe la cantidad de medicamentos que llevo tomado hasta ahora”
En la primer entrevista, asociada a la descripción de su sintomatología aparece un discurso con elementos melancólicos y un descenso en las capacidades de auto validez progresiva a grado tal que ha pasado a ser a casi una total dependiente de la capacidad de atención de sus hijas. Acostumbrada a las tareas hogareñas, lectora informada se presenta muy disminuida, apática.
Se le plantea un trabajo de dos veces por semana asociado a medicación valorada por una psiquiatra.
La paciente puede verbalizar que en realidad lo que le molesta es la soledad en la que está sometida al estar más de doce horas diarias sin nadie (hijas) cerca. Esta protesta viene asociada al esfuerzo que ella como madre y viuda tuvo que realizar para lograr una buena educación a sus hijas. Inconscientemente vive la situación de forma tal que siente que no le es correspondido por sus hijas el esfuerzo realizado en el pasado.
La soledad a la que se ve sometida es parte de la afrenta narcisista, especialmente por el hecho de que sus hijas deben trabajar en dos empleos para subsistir. Ella no pudo lograr darles una educación que les permitiera vivir dignamente, fracaso en el esfuerzo por educar a hijas independientes y agradecidas. Convencida que como mujer sola, con dos hijas adolescentes, hizo su mejor esfuerzo es indudable que la razón por la cual la situación ha tomado estos matices solo puede ser explicada por el hecho que sus hijas no pudieron (supieron) aprovechar todo lo que ella les dio.
A casi tres meses de tratamiento y luego de la reducción de la dosis de choque de los psicofármacos se constata una recuperación casi total de su autovalidez (que debidamente señalada es vivida como una gratificación narcisista) pasando de una situación melancólica a una depresiva, que permite un mejor trabajo.
Desde un comienzo, su discurso referido a la relación interfamiliar - con sus hijas en particular- se caracteriza por lo ideal y perfecto de las descripciones. Sobre el quinto mes de tratamiento, la paciente manifiesta que cada vez que vuelve a su casa, comienza a sentirse nerviosa, repitiendo variaciones de su dolor abdominal.
Tiempo después, menciona que se sintió muy nerviosa cuando debió quedarse pendiente -con su sordera- del llamado de un amigo de su hija que venía a buscar un televisor. Se le señaló que posiblemente sin una intención expresa, su hija - con la que vive- había tomado una actitud que la había logrado poner nerviosa, y que posiblemente una serie de actitudes de este tipo es lo que la ponían nerviosa al volver a su casa.
Tres días antes de la fecha, la anciana repitió un cuadro de estreñimiento, que logra superar el día del cumpleaños con una evacuación importante no provocada, que al decir de la paciente:
Me cayeron tan mal! Me comenzó un ardor que se originaba en el hígado y se extendía como quemazón a todo el vientre. Para peor, mi hija me trajo de la farmacia Paratropina compuesta en lugar de la simple (la que siempre tomo) que al tragarla me dejó una sensación de quemazón de la garganta para abajo”
Mediante este material fue posible comenzar a trabajar el vínculo con su hija, que de a poco se fue revelando como conflictivo.
Esta rica historia clínica se cita a efectos de poder ejemplificar la dinámica de un proceso intrafamiliar caracterizado por la angustia social del anciano, puesta de manifiesto a través de la sintomatología somática.
El Colon Irritable, da cuenta, como órgano, inconscientemente elegido para representar en forma simbólica la irritación que la anciana siente en la relación con su hija.
Los fecalomas siguen el curso simbólico de ésta preferencia somática de objetivación, denotando la resistencia de la paciente por no expresar desde lo anal sádico la agresividad que siente hacia su hija.
Culpa, exigencias ideales, el sometimiento a las mismas, angustia, vínculos conflictivos, crisis narcisista… Todos componentes que fueron señalados anteriormente como parte de un cuadro de Angustia Social que en una anciana, se manifestaron a través de una sintomatología aparentemente orgánica.
Una vez que hemos llegado a este punto consideramos que se ha demostrado la necesidad de un abordaje psicosomático en la clínica del anciano.
Frente a la longevidad promedio existente en la actualidad, de la misma forma que el psicoanálisis enfrentó la necesidad de crear una técnica propia y específica para los niños, deberá hacer lo mismo con el anciano.
Fenichel,Otto,” Teoría Psicoanalítica de las Neurosis” ;Editorial Paidos, Buenos Aires, 1964
Korovsky, Edgardo; “Psicosomática Psicoanalítica”. Roca Viva Editorial Montevideo 1990
Laplanche ,Jean, “La angustia en la neurosis” Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires1 1979
Pichon-Riviére, Enrique,” Del Psicoanálisis a la Psicología Social” TII Editorial Galerna Buenos Aires 1971